Cómo hablar de la muerte con los más pequeños

La muerte forma parte de la vida, ya que con ella finaliza el ciclo vital de todos los seres vivos. A pesar de ser una experiencia humana universal, las personas prefieren vivir de espaldas a esta realidad mientras puedan, y no tengan que enfrentarse a la muerte de un ser querido o incluso a su propia muerte. Como consecuencia, vivimos en una sociedad en la que  existe una tendencia a negarla, ocultarla y evitarla siendo en definitiva, un tema tabú. Este silencio en torno a la muerte, nos lleva a un gran desconocimiento de la misma, a no tener integrada la muerte como parte de la vida y dificulta como gestionar su impacto cuando llega, sobre todo si se refiere a los niños, ya que la sobreprotección por parte de los adultos apartándolos del dolor, les hace aún más vulnerables.

La primera reacción de la mayoría de los adultos hacia un niño, ante la vivencia de la muerte de un ser querido, es por un lado ocultar la información de aquello que está sucediendo  y por otro, apartar al menor de la situación. Se intenta proteger al niño del dolor, pero se consigue el efecto contrario, se le aísla con lo que se incrementa el sufrimiento ya que éste es vivido en silencio y en soledad, negándole al menor la oportunidad de vivir la perdida de manera natural

El concepto de muerte es abstracto y complejo y dependiendo de la etapa madurativa en la que se encuentre el niño, entenderá de manera diferente el concepto de muerte y por lo tanto, también será diferente la forma de expresar su duelo.  Comprender el concepto de muerte no es tarea sencilla para los más pequeños, para poder construir el significado de muerte, los niños deben comprender previamente 4 subconceptos:

  1. Universalidad: ¿a quién afecta la muerte? Todos los seres vivos, incluidas las personas
  2. Irreversibilidad: ¿Se puede volver a la vida? No es posible volver a vivir una vez que morimos
  3. No funcionalidad: ¿Qué sucede cuando morimos? El cuerpo no funciona.
  4. Causalidad: ¿Por qué morimos? Porque termina nuestro ciclo vital

Según diferentes autores, los niños de hasta una edad aproximada de 7 años no comprenden claramente algunos de estos subconceptos. Resulta vital trabajar este aspecto, y que el niño entienda que la muerte es algo irreversible; también que entienda que ésta se produce por el cese de las funciones vitales, y que en este cese no interviene ningún factor sobrenatural en el que ellos puedan tener influencia. Es decir, si el corazón no late o el cerebro está apagado es imposible que exista vida, y son las enfermedades o accidentes los que “desactivan” los mecanismos vitales que permiten al cuerpo funcionar.

Cuando un niño pierde a un ser querido, no podemos evitar que experimente dolor, pero sí podemos ayudarle a elaborar de una manera más sana y adaptativa el proceso de duelo, y así evitar el desarrollo de un duelo complicado.

CLAVES PARA EXPLICARLE A UN NIÑO LA MUERTE DE UN SER QUERIDO.

  • Hay que transmitirle al niño lo antes posible la noticia de la muerte del ser querido, y siempre por medio de una persona que sienta cercana y en la que confíe, a ser posible sus propios padres, y permitirle hacer toda clase de preguntas y responderlas con honestidad. La información que se dé al niño debe estar en consonancia con su edad y con su desarrollo madurativo y cognitivo. Se puede apoyar la explicación en ejemplos de la naturaleza que el propio niño haya visto (un pájaro muerto, un ratón, etc.).
  • No hay que evitar hablarles de la muerte, aunque sí procurar contarles lo que significa con delicadeza y de forma que lo entiendan, y explicarles que todo lo que vive, muere algún día. Es importante no utilizar eufemismos del tipo 'está dormido', porque les puede confundir. Podrían llegar a tener miedo a dormirse por si no vuelven a despertar.
  • Conviene que participe, en alguna medida, del duelo familiar e incluso de las ceremonias funerarias (velatorio, entierro, funeral). Los ritos son útiles, sea un acto oficial de cualquier religión o sea colocar una flor en un lugar especial. Es importante que el niño se vea como uno más entre los que comparten el dolor ante la muerte de la persona querida. Todo ello puede ayudarles a comprender y aceptar la muerte y facilitarles el proceso de duelo. Es aconsejable explicarles previamente cada situación en la que decidan participar y acompañarlos en aquello que quieran hacer. Si no quieren participar en los ritos funerarios, no se les debe obligar y conviene evitar los sentimientos de culpa que puedan tener por no hacerlo. Si los padres o tutores del pequeño no ven conveniente que asista al funeral, sí al menos que le demos al niño la oportunidad de expresar sus sentimientos mediante un ritual que él se invente, como recordar un rato todos los días a la persona que se ha ido.
  • Conviene favorecer la expresión de las emociones y la comunicación empática. Frases como “No llores”, “No estés triste”, “Tu llanto no va a revivirlo”, etc. pueden abortar esta expresión e impedir que el niño se desahogue. Nosotros, los adultos, somos su modelo de aprendizaje en la expresión emocional de su dolor. Si negamos u ocultamos lo que sentimos, ellos harán lo mismo.
  • Algo importante es eliminar el sentimiento de culpa. La fantasía de los niños puede llevarles a considerar que algo que pensaron o dijeron en algún momento determinado fue la causa de la muerte de la persona querida. Hay que decirles con firmeza que no ha sido culpa suya y ayudarles a ver la diferencia entre deseo y realidad.
  • Es necesario mantenerse física y emocionalmente cerca de ellos, garantizarles el afecto y compartir con ellos el dolor así como ofrecerles modelos de actuación. Es fundamental poder dar seguridad y protección, especialmente a los niños más pequeños, para prevenir su temor a que otro familiar cercano pueda morir. Debemos tranquilizarles y decirles que nosotros estamos bien y que le vamos a cuidar.
  • Hay que garantizar la estabilidad y retomar lo antes posible la normalidad de la actividad cotidiana. Nunca hay que tratar de fingir que no ha pasado nada, o que el fallecimiento no ha ocurrido, o que la vida del niño no va a cambiar porque no tardará en persuadirse de lo contrario. De aquí que resulte muy necesario mantener “la rutina” y “las normas” que existían antes del lamentable episodio, de forma que el niño no sienta que el mundo se desorganiza o se desestabiliza.
  • Hay que hablar de la persona fallecida con toda naturalidad. Los niños pueden sentir mucha angustia al pensar que se olvidarán de la persona que ha fallecido. Es importante hacerles ver que la muerte no significa olvidarnos de esa persona. Es vital que compartamos con nuestros hijos los recuerdos, las historias o las fotos de la persona fallecida. Señalarles que siempre estará en nuestro corazón y en nuestra memoria. Hablar de ella con asiduidad les ayudará enormemente a elaborar su duelo.
  • Nunca debemos ocultar lo que ha pasado ni negárselo. Ocultarle la muerte de alguien a quien quería supone apartarle de la realidad y hasta puede provocar trastornos.

 

 "El niño que vive en la verdad, es capaz de afrontar la vida" Arnaldo Pangrazzi

 

Susana Arenaz

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